Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Aplauden en el festival de Mar del Plata el film sobre los motociclistas

Se trata de la nueva película del argentino José Campusano, en donde se ven reflejados los códigos y las realidades de los motociclistas argentinos. El film fue aplaudido en el Festival de Cine de Mar del Plata y el cineasta celebró junto a los protagonistas.

La vida de los motociclistas argentinos, con sus códigos y sus realidades respetadas hasta el tuétano, son parte esencial de “Vikingo”, la nueva película del argentino José Campusano.

La sala principal del Auditórium aplaudió más que satisfecha la nueva cinta de Campusano, quien lo celebró junto a un grupo de motociclistas que aparecen en la película.

Mar del Plata y en especial el director del Festival Internacional de Cine José Martínez Suárez, han adoptado a Campusano, a su estilo austero, minimalista -casi al estilo de un documental- como a un hijo.

El año pasado con su película “Vil Romance”, Campusano, cuyo trabajo es el de fabricar y colocar aberturas de madre, vidrio y aluminio en la zona sur del conurbano bonaerense, causó revuelo y una grata impresión.

Con esta nueva cinta, que Campusano tiene en su cabeza desde 1986, el director retrata en formato del estilo literario conocido como realismo sucio, la vida de Rubén Orlando Beltrán, un motociclista del sur del conurbano y su familia.

Nadie sabe quien es Beltrán porque al hombre lo conocen por sus apodos de “Loro” o “Vikingo”, una leyenda entre los motociclistas de zona sur.

Estos motociclistas no circulan en carísimas Harley Davidson.

Vikingo y sus amigos reciclan viejas motos, a veces las convierten en enormes triciclos, con motores viejos -inclusive de autos- con largas horquillas, munidas de simbología del heavy metal como cuernos, calaveras y dragones.

La película tiene un estilo documental, pero es una ficción-realidad, ya que no hay actores y Campusano solo trabajó con guiones en algunos segmentos, mientras que en otros metió su cámara en la vida de los protagonistas.

De pelo largo y azabache, con un estilo entre tímido y silencioso, el Vikingo explicó como fue vivir con las cámaras de Campusano en el medio.

“Tratamos de vivir nuestras vidas, a veces estaba todo bien y a veces como que la cámara molestaba, porque el nuestro es un ambiente medio cerrado, porque siempre nos han mirado como bichos raros”, explicó Beltrán.

Mientras que Campusano dio su versión: “tratamos de trabajar sin sustituir las verdaderas personalidades de ellos y las reacciones que tendrían frente a determinado tipo de situaciones”.

“Decidí trabajar preguntando primero si podía filmar tal situación, y muchas veces encontró con un si cuando pensé que no me iban a dejar filmar algo”, añadió el cineasta.

La facilidad de trabajo se logró gracias a que Campusano, cuyo trabaja es el de fabricar y colocar aberturas y puertas de aluminio y madera en la zona sur.

Así lo conoció al Vikingo que es albañil, además de motociclista y a Armando Galvalisi que en la película retrata a Aguirre, otro hombre de dos ruedas, que además es herrero.

Precisamente Galvalisi le pidió a Campusano guionar algunas situaciones, ya que la película cuenta algunas situaciones delictivas típicas del conurbano y el particular y riguroso código moral de los motociclistas.

Los motociclistas llevan una vida que roza la ilegalidad, pero enfrentados a la brutalidad de las nuevas pandillas, diezmadas por el paco.

“Ellos tiene un sistema de valores muy fuerte, particular, pero que es genuino y ellos llevan adelante una lucha para sostener estos códigos”, explicó Campusano.

Mientras que Galvalisi explicó que “la moto y la vida son una forma genuina de vida. Nosotros sostenemos valores como no meterse con la mujer de otros, no joderle la vida nadie”.

Así van pasando paisajes y zonas de Monte Grande como la avenida Fair, el Jagüel, el cruce de Lomas de Zamora, donde vive el Vikingo, sus calles de tierra retratadas con los colores de la realidad dura bonaerense.

Campusano también se refirió a lo difícil que resulta comercial el cine independiente argentino y el suyo en particular, y en ese punto fue apoyado por el siempre presente director del festival.

“’Vil Romance’ la dieron en el shopping de Liniers, en un cine de Florencio Varela y en el Tita Merello, y mi distribuidor me dijo que las multisalas habían rechazado la película, por eso no se vio en el centro”, preciso el cineasta.

“Por estas razones no vivo del cine. El cine para mí no es un ingreso, es un egreso. Y filmar se hace un proceso muy largo como con esta película que estuvimos dos años haciéndola y que pude pagar con el premio del Work in progress del año pasado en Mar del Plata”, añadió.

Mientras Campusano charlaba con la prensa, las familias y parejas motociclistas se sacaban fotos y exhibían su autenticidad en la escalinata de la sala principal del Auditorium.Por Adrián Mouján, enviado especial de Télam.