Cuando cayó la Unión Soviética, hubo dos marinos que quedaron en banda en nuestro país
El documental “El fin del Potemkin”, ópera prima de Misael Bustos que se estrenó esta semana , ofrece una profunda reflexión sobre el desarraigo y el desamparo a través de la “historia surrealista” de dos ex marinos soviéticos que viven desde hace 20 años en la Argentina, donde quedaron varados, al producirse la desintegración de la Unión Soviética.
“Lo que más me chocó de esta historia casi surrealista fue principalmente el drama humano, pero también quise reflexionar sobre el hecho de que muchas veces se toman grandes decisiones políticas sin tomar en cuenta a las personas que, como en este caso, quedaron desperdigadas por distintos lugares del mundo”, afirmó Bustos.
Producida por el ganador del Oscar Luis Puenzo, director de “La Historia Oficial”, la película de Bustos -que se estrenará hoy en el Espacio Incaa KM 0, Cine Gaumont- retoma la historia del bielorruso Viktor Yasinskiy y del letón Anatoli Stankievich, dos marinos que viven una odisea desde 1991, a causa de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética.
El barco pesquero en el que trabajaban quedó abandonado en Mar del Plata -hubo otros casos de barcos varados alrededor del mundo e incluso uno quedó en el puerto de La Boca- y los miembros de su tripulación, entre ellos Viktor y Anatoli, se convirtieron en inmigrantes forzados, sin dinero, sin afectos y sin nación, obligados a vivir en un país extraño y sin hablar el idioma.
En el caso del pesquero que quedó en la Boca, los marineros rusos desguazaron la nave para poder subsistir y podrer traer a sus familias.
“Quiero invitar a reflexionar al espectador sobre el desarraigo. Ellos son inmigrantes forzados, porque quedaron de un día para el otro sin patria, sin familia, sin documentos y sin los medios para moverse ni reclamar nada. Estaban totalmente perdidos y quedaron en un desamparo total”, agregó Bustos en una entrevista con Télam.
En ese sentido, el cineasta advirtió que “a veces somos meros números en muchas cuestiones y decisiones de políticos. A ellos les pasó eso. Desde el primer momento que los conocí lo que más me interesó fue su condición de desarraigo y desamparo. Era muy fuerte lo que les había pasado a ellos, porque estuvieron 20 años en esta odisea”.
Declarada de Interés Cultural por la Municipalidad de Mar del Plata y ganadora del Premio Alba Cultural Primera Copia del Festival de Cine de La Habana, “El fin del Potemkin” explora el profundo drama humano de estos extranjeros, quienes pudieron reconstruir sus vidas en la Argentina, pero siguen sufriendo el dolor de la soledad, la falta de afectos y la nostalgia por la vida que llevaban en sus patrias.
Uno de los aciertos del filme es la comparación de la suerte que corrieron estos marinos -y la gran incertidumbre que pasaron durante años- con la tremenda experiencia del cosmonauta ruso Sergei Krikaliev, quien partió solo a una estación espacial donde debía permanecer durante tres meses, pero a causa de las profundas transformaciones políticas en la URSS quedó abandonado en el espacio durante 10 meses.
“El tiempo te calma, pero nunca olvidas”, afirma Viktor, quien ya pasó más de 20 años en la Argentina, período durante el cual fallecieron sus padres y nunca pudo regresar a ver a Shkolv, su pueblo natal, a ver a su mujer y su hija, aunque al mismo tiempo -después de superar grandísimas dificultades económicas- pudo volver a enamorarse y tiene una hija adolescente en Mar del Plata.
Bustos recordó que después de cuatro años de buscarlo, finalmente se encontró con Viktor y encontró a “un hombre muy hosco y parco, como cualquier marino acostumbrado al mar. Sin embargo, lo más interesante fue que me quería contar su historia, tenía una gran necesidad de que alguien escuchara lo que le estaba pasando”.
Para el realizador, “hacer esta película fue una aventura muy impactante. Sobre todo me apasionó la historia y estuvimos viéndonos con ellos durante seis años con idas y vueltas. Aunque la película parezca una película grande -se filmó en Argentina, Rusia, Bielorrusia y Letonia- siempre fuimos un equipo muy pequeño, con recursos mínimos”.
“Por eso -añadió Bustos- quiero agradecerles a Luiz Puenzo, Nicolás Batlle y Fernando Molnar, los productores, porque me dejaron trabajar muy libremente en la construcción del montaje y nunca hubo ninguna interferencia de su parte en relación a eso, lo cual es muy destacable”.telam