Una creación periodística de Luis Pedro Toni

De la vida de Travolta en Bs As

El domingo –almuerzo y cena– no bailó como en Fiebre de Sábado por la Noche, su película fetiche (1977) y su inolvidable personaje de Tony Manero: la fiebre pasó de esas piernas entrenadas para la danza por Fred Kelly, hermano de Gene, directamente a la boca. “Se comió todo, aunque en la mesa eran tres”, juran los testigos que lo vieron al mediodía en el restaurante La Cabaña. Y todo fue un baby beef –de baby, poco: un bebé
algo crecido–, un Chateaubriand de lomo, budín de pan con mousse de dulce de leche y compota de frutos rojos, regado con un buen malbec. Y al caer la noche (siete y media), con dos amigos, copó Pizza Piola, Libertad casi Santa Fe, pidió “una mesa tranquila”, y no dejó ni las migas de una pizza Margherita (clásica, de muzzarella, tomate natural y albahaca), y remató otra vez con un malbec, esta vez de Catena Zapata.

Sí: es John Joseph Travolta (55 años y 46 películas), casado con la actriz Kelly Preston desde el 91 –los dos adhieren a la Iglesia de la Cienciología, como Tom Cruise y otros de Hollywood–, padre de Ella Blue (8), y con dos dramas a cuestas: Diana Hylan, su primera mujer, murió de cáncer a los 41 años y en 1977: exactamente el año en que John arrasó con Fiebre…; y Jett, el varón que tuvo con Kelly, murió a los 16, hace apenas tres meses y medio, mientras estaba con sus padres de vacaciones en Bahamas. Causa: un ataque debido a la enfermedad de Kawasaki (inflamación de los vasos sanguíneos), que sufría desde muy chico. Un golpe que John no pudo soportar: “Estamos destrozados”, dijo entonces, y recién ahora, en este viaje a Buenos Aires, rompió el encierro que se había impuesto.

GENTE lo descubrió en su aventura nacional y porteña. Aterrizó el domingo a la mañana, muy temprano, con un representante y varios hombres de custodia, y se alojó
en La Mansión del hotel Four Seasons. Por supuesto, como suele hacer, vino piloteando uno de sus cinco aviones, el Gulfstream II, joya de su flota, formada por un Boeing 707 de 1967 que le compró a la línea australiana Qantas y bautizó Jett Clipper Ella, los nombres de sus dos hijos, y otros tres no menos espectaculares. Pasión aérea que lo decidió a vivir en Jumbolair (Ocala, Florida), una comunidad de locos del aire –todos
pilotos, todos millonarios– que comparten una pista de aterrizaje.

No es todo: allí tiene un castillo moderno de cemento y vidrio, de 837 metros cuadrados, construido según las formas arquitectónicas de un aeropuerto donde, además de sus aviones, guarda su colección de autos. Además, atesora varias licencias de piloto; una de ellas, de piloto comercial, le exige cumplir muchas horas de vuelo para seguir vigente: tal vez la razón de este misterioso viaje a La Reina del Plata, al que podrían sumarse su mujer y su hija.

Travolta, que nació el 18 de febrero de 1954 en Englewood, Nueva Jersey, hijo –el menor de seis hermanos– de Salvatore Travolta, ex jugador de fútbol americano y dueño de una tienda de neumáticos, y de Helen, actriz y profesora de arte escénico, mide un metro ochenta y ocho, y ya abdicó de su sobrenombre de juventud: Bone (Hueso, por su flacura, muy evidente en Fiebre… y en Grease, 1978, que lo convirtieron en ídolo de las adolescentes). Hoy, su altura compite con su corpulencia, que rompió largamente la barrera de los cien kilos…

El lunes 20, primer día de frío del otoño porteño (siete grados a las seis de la mañana), Travolta desayunó en Le Mistral, el restó del Four Seasons. Por uno de los huéspedes se supo que “es educado, simpático y sencillo: un encanto”. El mismo encanto del ya remoto Tony Manero en el boliche de Brooklyn cuando bailaba Staying Alive al son de los Bee Gees, y medio planeta seguía el compás…

Por Alfredo Serra. Fotos:
Diego García, Enrique García Medina y Alejandro
Carra.Gente on line.