Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Dirige Alfredo Martín en Andamio 90 dramática obra sobre la hipocrecia

Preguntarse por la inmadurez esconde, en realidad, (dicotómicos como somos), la certeza de la madurez. Qué es ser maduro. Qué significa. Qué implica serlo en sociedades como ésta, extraordinariamente hipócritas, demenciales, grotescas, que ubican a la adultez en el lugar que debemos sí o sí, necesariamente, alcanzar. El punto es que para nosotros ser adulto es devenir en un ser frustrado, corrompido, absolutamente alienado, roto. Pero a su vez, por otra parte, la entronización de la inmadurez, de la juventud y de la adolescencia eterna asume en nuestra época resonancias estúpidamente mercantilistas, tan atados como estamos, en todas las franjas etarias, al consumo de bienes y servicios de nada en estas sociedades ultracapitalistas, que son capaces de convertir al aire en un nuevo, (otro más), bien de cambio. Frente a estas disyuntivas, en estas encrucijadas, nos ubica la obra de Alfredo Martín, Detrás de la forma, versión para teatro de Ferdydurke, la primera novela del extraordinario escritor polaco Witold Gombrowicz. Devenir inmaduro, y peor aún, mantenerse terca y férreamente en ese lugar, como el protagonista de esta obra, implica estar fuera de lugar, ni en la adolescencia ni en la juventud, tampoco en la adultez, en la niñez o en la ancianidad. El inmaduro, como el loco, como el enfermo, como el leproso, o el sidoso, incomoda, molesta, perturba: sus preguntas, sus deseos, sus pulsiones, alteran lo establecido, cuestionan las certezas que todos nosotros, (seres “serios” que llevamos adelante sin dudar, este ridículo pacto social que se cae a pedazos, pero que nos permite, cada vez más precariamente, interactuar) tenemos o fingimos tener.
El inmaduro se define por lo que no es: es pura negatividad, manifiesta un completo rechazo de este mundo, de esta moral, de esta forma de vincularse con el otro. El inmaduro es el infante, aquel adulto que se infantiliza, que no quiere crecer, que vive una existencia perpetuamente lúdica. No es extraño entonces que Pepe, nuestro inmaduro protagonista, sea enviado por el pedagogo, de nuevo a la escuela. Una terrible pesadilla que algunos, yo entre ellos (lo confieso) no dejamos de soñar, no importa la edad que tengamos. Porque es la escuela, instrumento de socialización semejante a la tortura, en donde se procederá a normalizar nuestro espíritu, a templar nuestro carácter, a dominarnos, a sojuzgarnos, a refrenar nuestras pasiones, nuestras intensidades e intereses. A ver si deseamos con demasiado ahínco transformarlo todo, en vez de convertirnos en la mano de obra esclava necesaria para que el sistema siga rodando. Para eso entonces Pepe es enviado a la escuela. Y luego a convivir con una familia moderna, que vive bajo los postulados de otra ética y otra estética, pero que en realidad no dejan de ser más de lo mismo. Y finalmente, su “road movie” de conversión termina en el campo, en donde, como siempre, las jerarquías están bien claras: es el patrón quien oprime aquí a los peones. Les pega. Los maltrata. Los explota. Lo mismo siempre. Lo diferente todos los días. Todas las semanas. La misma rutina en todos lados, con distinto envase. Eso es lo que comprende Pepe, al final (al principio) del camino. No hay escapatoria posible. No se puede salir. Estamos atrapados en un círculo vicioso. Sólo se puede escapar del hombre, retornando al hombre. Huir de un rostro yendo hacia otro rostro. Porque lo que nos plantea la obra y el pensamiento del escritor polaco, es que detrás de las formas, de todas las formas, de cualquiera de ellas, quizás no haya nada. O en todo caso, lo que impera es siempre el mismo vacuo, grotesco, pusilánime y lamentable gesto. O mejor aún, pensándolo de otra manera: quizás lo único que sobreviva sea la capacidad lúdica de reírnos de nosotros mismos, para poder trascender nuestras miserias, y entonces todas las formas del hombre, sus gestos, sus máscaras, se resumen en una inmensa, enorme y vital carcajada.

Maximiliano de la Puente
ELENCO:

Cecilia Antuña
Alberto Astorga
Julian Belleggia
Gonzalo Camiletti
Luís Dartiguelongue
Rubén Di Bello
Victoria Fernández Alonso
Guillermo Ferraro

Jerónimo Mura
Francisco González Franco
Alfredo Martín
Luciana Procaccini
Martín Savo
Gabriela Villalonga

FICHA TÉCNICA:

Vestuario y utilería: Ana Revello
Escenografía: Alejandro Alonso
Iluminación: Pehuen Stordeur
Fotografía: Daniel Goglino
Diseño gráfico: Julieta Selem
Prensa: Simkin & Franco
Asistencia artística: Marcelo Bucossi
Asesoramiento coreográfico: Armando Schettini
Asistencia de dirección: Natalia Vozzi
Dirección: Alfredo Martín

Andamio ´90 – Paraná 660 – Tel: 4373 – 5670
Viernes 22.30hs
Localidades: $ 50.-