“El año que viene a la misma hora”, algo más que una historia de amor
Contar una historia de “amor” que perdure a lo largo de 34 años no es tarea sencilla, y mucho menos si los protagonistas en cuestión son “amantes”. Porque, a simple vista, la cosa pareciera pasar por lo meramente físico. Pero si fuera sólo eso, no podría durar más de tres décadas. Así es la situación con la que nos encontramos en la historia de Doris y Juan, dos personas felizmente casadas cada una por su lado, que una fría noche de julio de 1973 se conocen en un complejo de cabañas en la costa atlántica, viven una noche de pasión y ya nada volverá a ser como antes en sus vidas. Es el comienzo de algo importante. Ambos descubren otra manera de amar. Se sienten mal, pero felices a la vez. Se sienten completos, pero en falta. Así, llenos de contradicciones, temores y culpas encuentran una manera de no dejar morir ese amor que se les presenta y que quizás sea el más importante de sus vidas. Y deciden hacer un pacto: amarse una vez al año, en el mismo lugar… hasta que la muerte los separe.
Esta es la historia que protagonizan Adrián Suar y Julieta Díaz, “El año que viene a la misma hora”, desde el viernes pasado en el Teatro Maipo, pieza de Bernard Slade, que ya tuvo una versión local con Thelma Biral y Rodolfo Bebán hace muchos años, que cuenta en esta oportunidad con una ágil adaptación de Lily Ann Martin – Marcos Carnevale y dirección de éste último.
Estructurada en seis actos y una escena final, la obra habla de algo más que una simple historia de amor. Porque si bien “el amor” es el tema central, junto con el dilema de la fidelidad/infidelidad, en estos dos personajes subyacen otras cuestiones a lo largo de la hora y cincuenta minutos que dura la pieza. Como la idealización del otro y la no concreción de la pareja como tal a fin de que no se evapore la pasión, los verdaderos deseos en la vida para alcanzar la felicidad, el acostumbramiento en la pareja, la independencia y el desarrollo personal, la impotencia sexual, las drogas, la importancia de los hijos, la terapia para encontrar el camino introspectivo hacia el conocimiento interno, hasta la vejez y la mismísima muerte.
Sí, de todo eso se habla en esta puesta de Carnevale que, por otro lado, refleja muy bien el paso de los años entre acto y acto a través de una pantalla gigante en la que pueden verse los hechos más sobresalientes sucedidos en ese período. Por ejemplo, en el que va de 1973 a 1978 aparecen las imágenes de Juan Domingo Perón regresando al país, en su tercera presidencia, su muerte, la asunción de María Estela Martínez, la llegada de la dictadura con Videla a la cabeza, hasta el Mundial ganado que tiene al país como sede.
En lo concerniente al trabajo actoral, el de Suar se ve mucho más sólido que el de su compañera a quien le faltan algunos matices en la elaboración de su personaje, ya que por momentos pareciera que está recitando o declamando. En cambio Adrián compone muy bien su papel, al que no le faltan sus guiños cómicos tan característicos en los momentos justos para generar la risa, el asombro o hasta la tristeza en el espectador. Está claro que Suar sabe perfectamente cuáles son los papeles que le caen a su medida, y éste sin duda es uno de ellos. Pero en definitiva la obra es absolutamente placentera, divertida y emotiva al mismo tiempo. Al fin y al cabo despierta tantos sentimientos como los de dos personas que durante algo más de tres décadas deciden encontrarse “El año que viene a la misma hora” para dar rienda suelta a sus fantasías e ilusiones amorosas.
Calificación: BUENA.
GABRIELA BENTOLILA
PARA ANOTAR:
Teatro Maipo – Esmeralda 443, Capital. Entradas entre 60 y 90 pesos.
Jueves y Viernes a las 20.30 hs.
Sábados 20.30 y 23.30 hs.
Domingos 20 hs.