“El arco de triunfo”, Pacho O’Donnell cuenta el regreso de un Argentino a su barrio.
Regreso con gloria. Tras haberse instalado en Francia, donde logró una posición profesional y económica exitosa, Tincho vuelve a la Argentina para visitar a sus padres. Luego de varios años de no verlos, el reencuentro desborda felicidad.
La alegría incluye el contactarse de nuevo con su amigo Aníbal, con quien lo une la pasión por Boca y el tango. La presencia de Norita, una muchacha a la que estuvo vinculado sentimentalmente, completa un panorama en apariencia positivo. Pese a tantos aspectos favorables, no todo será color de rosa.
Fiel a su línea de historiador y analista de las facetas sociales, Pacho O’Donnell va transitando, en El arco de triunfo , por cuestiones asociadas con la nostalgia y el dolor que puede suscitar el desarraigo, con las contradicciones que soportan los inmigrantes, con determinados desencantos de índole personal. Sin dejar de lado elogios y quejas vinculados a una Argentina que para el padre es “un país en el que nadie se muere de hambre” y para Aníbal es “un país de mierda, en el que ya no corre más eso de sentirte orgulloso porque sos honesto”. A su turno, Tincho afirma que en París “progresás si trabajás bien” mientras que “aquí lo que vale es el acomodo”.
Con humor irónico, O’Donnell esgrime sus conocimientos de la realidad política de cualquier latitud y de las reacciones de gente muy distinta, impregnando cada situación de su propia ideología. Pero, más allá de sus nítidos logros en los diálogos y en el armado general del relato, no consigue la hondura que exhibió en Vincent y los cuervos , El encuentro de Guayaquil y La tentación , por ejemplo. Es como que no llega a profundizar el conflicto de El arco de triunfo , ofreciendo un retrato de trazos más livianos.