Entre tema y tema, el español habló de intimidades que ya no tiene y se lo notó avejentado
Entre recuerdos de su “extinta” vida sexual activa, besos en la boca con sus bailarinas y chistes subidos de tono, Julio Iglesias volvió a cantar en el Hotel Conrad, presentando su gira “Starry Night World Tour”. Tomando el micrófono con la delicadeza que lo caracteriza, usando apenas la punta de los dedos, y frotando la mano derecha por su abdomen como en los últimos 42 años, Julio Iglesias se presentó en Conrad y cantó para su público, un tanto avejentado, que se ruborizó cada vez que el español habló de sexo sin pudor.
“La primera vez que vine a Punta del Este tenía 24 años y hacía el amor tres veces al día. Ahora hace como 15 años que lo abandoné del todo”. Las primeras palabras del elegante Julio Iglesias, de traje y corbata, fueron las más suaves.
“Esto es de lo que realmente quiero hablarles. Me paro acá y canto por inercia, pero realmente quiero hablarles de las cosas de la vida, del sexo, que es mi gran obsesión. Además quiero que celebremos, porque hace más de 40 años que ustedes me mantienen vivo”.
Los acordes de “La gota fría” comenzaron a sonar y una de las coristas que acompañaba a los siete músicos sobre el escenario se lanzó a bailar en el medio, mientras Iglesias observaba el menear de las caderas y se persignaba.
Dos sensuales caricias en la cara y un beso en la boca terminaron de encender al público.
Entre tema y tema, Julio Iglesias dialogó con la platea, preguntó, contestó y el sexo fue siempre el hilo conductor del diálogo.
“Fíjense que yo tenía una cábala, o capricho, o como sea, que era el siguiente: no podía subirme a un escenario a cantar si antes no hacía el amor. Entonces era como un conejito, “chaca, chaca, chaca” y me iba a cantar. Pero era espantoso, porque después mientras estaba en el escenario quería terminar rápido sabiendo que tenía una mujer desnuda esperándome en la habitación”.
Tomó un respiro, miró al cielo y dijo: “Si hoy llego a hacer el amor antes de un espectáculo, hay que cancelar el show”.
El público no paraba de reír. “Nunca fui muy buen amante”, dijo con gracia, Y un casi unánime “¡no te creemos!” de sus fans, fue la respuesta.
En medio de las frivolidades se hizo un lugar para saludar a su querido Osvaldo, su bailarín de tango de siempre “que hace tres días se fue al cielo”. La nueva pareja de baile entró a escena y luego de que culminara “La Cumparsita” el español llamó a la bailarina al centro de la pista y la besó en la boca.
Ya pasada la mitad del concierto, después de hablar de su padre, dedicarle una canción y contar que iba a la playa con una remera con la inscripción “Soy el padre de Julio Iglesias” en el pecho, volvió a bailar con la segunda integrante del coro. A esta directamente la tomó de la cadera y comenzó a subirle la pollera, antes de que ella se despidiera con un apasionado beso en la boca y el público volviera a enloquecer.
“No se preocupen, una cosa es besar arriba del escenario y otra es abajo. No crean todo lo que imaginan, esto es mucho `fu-fu-fu` y después hay muy poco `chaca-chaca`”.
Quizás el momento más serio del discurso/concierto de Julio Iglesias fue sobre el final, cuando habló de sus hijos: “Me gusta tanto el sexo que tengo dos generaciones de hijos. Los grandes son una maravilla y ustedes ya los conocen: María Isabel, Julio y Enrique. Pero tengo una generación de `pequeñajos` que me han tomado viejo y a ellos me preocupo de enseñarles pronto lo que les va a pasar tarde en la vida. Les enseño dos cosas: que la sal es mala, que el azúcar es malo, que no hay que fumar, lo malo de las drogas, y lo bueno del sexo. Lo segundo que les enseño es la humildad”.
De las cuatro mujeres que pisaron el escenario, a esas alturas Julio Iglesias ya había besado en la boca a tres, sólo faltaba la voluptuosa morena, que lideraba el grupo de coristas; la única que no llevaba minifalda.
Parado detrás de la curvilínea figura de la morena y acariciándole la espalda lentamente, la interpretación de “You were always on my mind”, con homenaje a Presley incluido, fue el momento más sublime de la noche, antes del beso.
Nueve señoras se amontonaron en el pasillo central, contra la baranda que separaba las gradas del sector VIP, y trataron de imitar, con distinta suerte, a las bailarinas moviendo las caderas al son de “Me va, me va”.Raúl Mernies,Elpais de Montevideo.