Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Falleció el extravagante cineasta Ken Russell que actuo en TV como Gran hermano y cantor

La muerte de Ken Russell, el domingo, el cineasta británico que brotó como un manantial distinto en el cine de su país a fines de los 50 y principios de los 60, terminó con 84 años de vida signados por la ambigüedad y el exceso. Con películas menores que tuvieron su popularidad en su momento -“Una playa con mostaza”, de 1963-, en la Argentina comenzó a ser atendido a partir de “Mujeres apasionadas” (1969), que traía un elenco formidable -Glenda Jackson, Alan Bates, Oliver Reed, Jenny Linden.

El filme, con base en una novela de D.H. Lawrence, fue nominada al Oscar de ese año, pero la gran ganadora fue Jackson como mejor actriz, una intérprete que fue el breve ícono de una generación.

“Mujeres apasionadas”, una de esas películas que no envejecen, habla sobre las relaciones de las dos parejas del cuarteto, incluye una famosa escena de lucha entre Bates y Reed, ambos desnudos, con una fuerte impronta homoerótica.

Antes de eso, Russell había sido descubierto por algunos cuando estrenó “Con el mundo a sus pies”, protagonizada por Michael Caine, una inteligentísima parodia de la saga 007 que incluía el hundimiento de un semirremolque en el hielo, en referencia directa a Seguéi Einstenstein y su “Alexandr Nevsky”.

La censura argentina no podía quedar indiferente ante el cine de Henry Kenneth Alfred Russell, nacido en Hampshire el 3 de julio de 1927, y “La otra cara del amor” (The Music Lovers), sufrió en 1971 formidables cortes en escenas claves.

Esas imágenes no sólo eran generosas en mostrar la anatomía de Glenda Jackson con un detallismo inédito en el cine no pornográfico, sino que lanzaban un manifiesto sobre la “suciedad” de lo sexual que acompañaría el resto de su filmografía.

La película trataba sobre la imposible relación del músico Piotr Ilich Tchaicovsky con su esposa Nina y era una bellísima recreación del creador del “Cascanueces”, su mundo amanerado y su indisimulable orientación sexual.

Quizá la más castigada por la censura haya sido “Los demonios”, con Vanessa Redgrave y Oliver Reed, estrenada durante la primavera camporista y luego perseguida tenazmente por Miguel Paulino Tato, titular del aborrecido Ente de Calificación Cinematográfica.

La obra, una de las más duras de ver de la filmografía del director, se basaba en una novela de Aldous Huxley -“Los demonios de Loudon”- con monjas de la Edad Media enardecidas y soliviantadas por un inquisidor monstruoso, en una mezcla de sangre, violencia, lujuria y mugre.

Frente a esa cinta, difícil de digerir por los estómagos normales, Tato tomó la decisión de impedir una de sus reposiciones en el extinto Auditorio Kraft, de la calle Florida, llevándose en persona las bobinas de la sala de proyección.

A partir de “El novio” (1971), una comedia musical que puso en el candelero a la modelo Twiggy, Russell pareció civilizarse y entrar en un cine más industrial, si bien no se bajó del caballo en cuanto a las pulsiones eróticas y las diversidades.

El punto de inflexión estuvo en “El mesías salvaje” (1972), con la tortuosa relación entre el escultor Henri Gaudier (Scott Anthony) y su amante Sophie Brzeska (Dorothy Tuttin), una obra menor pero significativa de su momento creativo.

Allí comenzó su etapa de biografías: “Mahler” (1974), “Lisztomanía” (1975, nunca estrenada aquí desde la prohibición del afiche, que estilizaba la figura de un pene) y “Valentino” (1977), que aprovechaba la popularidad del bailarín exiliado Rudolf Nureyev, acompañado por una aún sensualísima Leslie Caron.

En el medio estuvo “Tommy” (1975), sobre la ópera-rock de “The Who” y con el protagónico de Roger Daltrey, un acercamiento a la música juvenil, el hippismo y las drogas, y luego las más comerciales y exitosas “Estados alterados” (1980), “Crímenes de pasión” (1984), y el experimento “Gothic” (1986).

Lo último de Russell estrenado en la Argentina fue “Prostituta”, con Theresa Russell -sin parentesco aparente con el director-, aunque también tuvo producciones para TV, libros sobre la comunicación audiovisual y cinco novelas, donde lo sexual está siempre presente.

Si bien oficialmente Ken Russell estuvo casado cuatro veces -la última con Lisi Tribble, su viuda- se sabe que su pansexualidad ha trascendido los límites de la pantalla, como se supuso cuando iba a venir al Festival de Mar del Plata 1998.

A su llamativa forma de vestirse, al mejor estilo Liberace, el cineasta habría sumado como condición que en el lujoso hotel en el que se iba a hospedar deberían reservarle una suite idéntica para sus numerosas mascotas caninas.

Russell sólo arrobó al Festival en 2004 y, como curiosidad, se puede señalar su participación en el ciclo Gran Hermano Vip 5, de la TV británica, al que ingresó entonando el tema de “Cantando bajo la lluvia” y en el que sólo duró una semana.Héctor Puyó,telam.