Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Falleció Mario Benedetti

El reconocido escritor uruguayo, Mario Benedetti, que en los últimos meses había sufrido un agravamiento de su salud debido a una patología intestinal crónica, murió alrededor de las 18 horas en su hogar, a la edad de 88 años.

El 6 de mayo, luego de 12 días de internación, el escritor fue dado de alta. Según el informe, que en aquel momento divulgó, el sanatorio Impasa, Benedetti había “respondido excelentemente al tratamiento médico instituido, lo que determinó que se otorgara el alta a domicilio”.

Del mismo modo, afirmaba que el escritor se retiraba “estable, lúcido y que no requería otras medidas médicas salvo a las que era sometido antes de ser internado”.

El escritor deja tras de sí una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó “en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda”.

“Él siempre dijo que se sentía más poeta que otra cosa”, señaló la biógrafa del escritor, Hortensia Campanella, cuando presentó hace unos meses el libro “Mario Benedetti. Un mito discretísimo”, con el que trazó la trayectoria de uno de los mitos de la literatura hispanoamericana del siglo XX y quizá la conciencia poética de todo un continente.

Esa poesía se convirtió en el único báculo para afrontar sus últimos años, tras la muerte en 2006 de su esposa, Luz López, su compañera desde hacía más de seis décadas y su mejor crítico.

La de Benedetti ha sido “una vida que ha ido persiguiendo la utopía y que por eso mismo ha encontrado en la poesía su mejor expresión, o por lo menos, la más querida, la más auténtica”, señala Campanella.

Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son solo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti.

La poesía, decía Benedetti, es “un altillo de almas”, un “tragaluz para la utopía” y “un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte”.

Fue también el martillo que le permitió forjar una carrera literaria compaginada con las profesiones más diversas: currante en un taller de automóviles, taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario público, traductor y periodista, antes de dedicarse a lo que más quería.

“Cuando tengo una preocupación, un dolor o un amor tengo la suerte de poder transformarlo en poesía”, afirmaba.

Títulos como aquel primerizo “La víspera indeleble”, sus “Poemas de la oficina”, el oriental y tan uruguayo “Rincón de Haikus”, los grandiosos tres “Inventarios” o las “Canciones del que no canta” se vieron coronados el año pasado con su último poemario, “Testigo de uno mismo”.

Agencias.