La Biblia y el Calefón (ó… el piano y los gusanos)
Rodrigo García, autor, director y escenógrafo de Gólgota Picnic, espectáculo que se presenta en el Teatro María Guerrero, cree provocar con su “montaje bíblico” cuando en realidad expone teatro-basura.
Este argentino españolizado pretende seguir la senda del teatro pánico de Fernando Arrabal pero sin gracia ni genio. Es fácil y cobarde montar una chapuza semejante con dinero ajeno, o más bien de todos, ya que es un teatro subvencionado.
El propio Rodrigo García explica que ha querido “saltarse los límites expresivos que quieren imponernos”, pese a que su obra está sufragada enteramente por una institución estatal que cuenta con más de 7 millones de euros anuales de presupuesto
Pretender escandalizar, salvo a cuatro pacatos de extrema derecha, es imposible. Independientemente de los sentimientos religiosos que puedan ofenderse o no, la obrita en si no es más que una puesta en escena de tópicos y banalidades. Es grosera por la falta total de inteligencia.
En su primera incursión en el Centro Dramático Nacional, el mediocre experimento de García mezcla un pianista desnudo con iconografía clásica cristiana; travestismo con vómitos amplificados; carne picada, sadomaso y gusanos…
Cubrir el escenario con miles de panes para hamburguesas es una referencia al milagro de la multiplicación de los panes, pero también a la comida basura. “Una representación de la sociedad de mierda”, según palabras de García. “No deja de ser un ejercicio de consumismo, incomprensible en quien lo combate con tanto empeño. Lo malo es que el derroche se hace con un producto cuya carencia simboliza el hambre que sacude al tercer mundo” (José Diaz Sande, Madrid Teatro)
Javier Villán, del diario El Mundo, lo califica de “solemne coñazo (persona o cosa latosa, insoportable), un coñazo cristológico de ateos de manual. Lo único que aquí se pone a prueba de provocación es la paciencia del espectador”.
Pocos resisten hasta el final.
Desde Madrid, Marcela Silva