La genial obra de Jorge Luis Borges que el Nobel ignoró lo mantiene vivo
Hace más de un siglo —un 24 de agosto, 110 años atrás para ser exactos— nacía “en el corazón de la ciudad , en la calle Tucumán, entre las calles Suipacha y Esmeralda, en una casa —como todas las de ese tiempo— pequeña y sin pretensiones”, un pensador de cuentos de nombre Jorge Luis Borges.
Así relataba el propio poeta y escritor su nacimiento en un solar de Buenos Aires que, después de tanto tiempo, ya no existe. Pero lo que sí persiste es el maleable universo literario de una de las figuras más representativas de las letras del siglo XX.
Espejos, laberintos, bibliotecas y tiempos circulares enmarañan el espacio de una obra compuesta, en su mayoría, por cuentos y poemas. “Mis amigos me dicen que mis cuentos son muy superiores a mis poesías”, llegó a afirmar el escritor.
Sin embargo, nunca se sintió atraído por la novela —un género más popular—, que incluso del que negaba ser lector. “No veo una literatura sin cuento o sin poesía, en tanto que una novela de cuatrocientas, quinientas páginas puede muy bien desaparecer”, explicaba Borges.
Su vida fue un continuo periplo que le llevó desde el barrio porteño de Palermo -donde nació- hasta Suiza y España, para volver a la Argentina de Perón, al cual se opuso desde un principio, algo que conllevó su caída en desgracia con el régimen.
Tras el derrocamiento de Perón y enfermo de ceguera, dirigió la Biblioteca Nacional de su país y obtuvo la cátedra de profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Buenos Aires. “Sin darme cuenta me estuve preparando para este puesto toda mi vida”, afirmó el poeta en relación a su satisfactorio nombramiento.
La enorme extensión de su obra hace casi imposible referirse a todos los éxitos que cosechó un hombre encomendado en cuerpo y alma a la literatura. Por ello, tan sólo se pueden destacar los títulos que le encumbraron a la categoría de escritor de culto: “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “El libro de arena”, “Nueva refutación del tiempo”, “El Aleph” o “Ficciones”.
En la década de los 60 comenzó a extenderse su reconocimiento y fue galardonado con el Premio Formentor en 1961 —compartido con Samuel Beckett— y, más tarde, el Cervantes —en 1979—, con Gerardo Diego. Pese a que su prestigio no paró de crecer, no logró adueñarse del Nobel (quizás a causa de sus posturas políticas, que desagradaban a la Academia Sueca).
Tras una larga y prolífica vida, Borges pasó sus últimos días junto a su segunda esposa, María Kodama, en Ginebra. Precisamente, en el cementerio de Plainpalais, en la ciudad helvecia, permanece —desde el 14 de junio de 1986— la tumba de un genio que, a la afirmación de que era uno de los grandes escritores del siglo, se atrevió a contestar perspicazmente: “Es que éste ha sido un siglo muy mediocre”.DPA,Buenos Aires