Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Un ¡Vive Dios! en el clásico de Calderón que Calixto Bieito dirigió en el Martín Coronado con libertad y respeto

La vida es sueño,un clásico del siglo de oro del teatro español, de Pedro Calderón de la Barca, escrito y estrenado allá por el 1635.Por un Calderón nacido en el 1600 y muerto longevo, para aquellos tiempos a los 81 años, pero desde que habían muerto su esposa y su hijo, ordenándose sacerdote en los últimos años de su vida.Fue un final de búsqueda divina.Sus 400 obras teatrales, en todas con el planteo de quienes somos y para que vivimos ,la busqueda de la identidad del hombre, seguramente no le bastaron para encontrar en sus magistrales obras dramáticas respuesta satisfactoria, algunas de las cuales resultaron analísis escénicos del alma humana.Por eso en La vida es sueño, se ilusionó con el devenir de un ser humano,encadenado como furioso Prometeo, ante las cortesanas y dueños del Reino, con virtudes y grosos pecados que Calixto Bieito marca con pinceladas sensacionales, porque los sueños sueños son…Por eso viene al descubierto Basilio,en la carne de Patricio Contreras, desnudito,las damas de amplios vestidos, con plásticos aires lésbicos, el sacrificado y extraordinario Joaquin Furriel,en esforzada y talentosa labor incansable, que se alivía con una pajita al borde del escenario,Muriel,Santana,la otra protagonista, poniendo el encanto femenino, un payaso alegre que la noche del debut en el Martín Coronado, cae a la platea casi sobre el critico Jorge Lafauci.No tiene nada que ver en este caso el diario de doña Ernestina, pero en los 3000 versos de La vida es sueño hay un personaje que se llama Clarin interpretado por Pacha Rosso, todos rodeados por los eficaces y oportunos palmeros Jeromo Amador y Marcelo Aronsón que te sana del duro sopor dramático, trasmitido a purto sudor,entre otros por el gran Osvaldo Santoro. Revolucionaria la dirección de Calixto,hombre de Burgos,educado en Catalunia.Se plantea el ser o no ser de Shakespeare, por supuesto poéticamente y claro que no tienen cabida los textos completos, la obra dura 120 minutos.Una pieza de profundo pensamiento metafísico, encarnada con muchas atracciones y dosificaciones que originan sorpresas en la platea, ya que los contenidos tratan de salir del barroco de este clásico que junto con los de Tirso y Lope de Vega,estan entre los más grandes mensajes que pueden dejar los mayores escenarios del mundo.Recomendable para sacar la conclusión que a cada espectador le convenga,justo ahora en tiempo de íntimas y polémicas legislaciones igualitarias.¡Vive Dios!,como reza Calderón centenares de veces en estos versos escenificados. LUIS PEDRO TONI