Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Se cumplen 19 años de la muerte de Monzón

El legendario Carlos Monzón, uno de los mejores medianos de la historia, perdió la vida hace 19 años en un accidente automovilístico ocurrido el 8 de enero de 1995 en una ruta muy cercana a la localidad santafesina de San Javier.

Monzón chocó con su automóvil Renault 19 que conducía, cuando transitaba la ruta 1 en jurisdicción del paraje Los Cerrillos, que une su San Javier natal con la ciudad de Santa Fe, que lo adoptó y aún se enorgullece de sus memorables triunfos.

El ex titular mundial de la AMB y el CMB, estaba cerca de recuperar la libertad después de que en febrero de 1988, fuera encarcelado y luego condenado por la muerte de su mujer, la modelo uruguaya Alicia Muñiz, en un caso que llenó páginas blancas y amarillas de la prensa e hizo célebre a personajes como el “Cartonero” Baez.

Ya habían pasado 52 años de su nacimiento, el 7 de agosto de 1942, en barrio La Flecha, de San Javier, y más cercano en el tiempo, un día clave: el 2 de octubre de 1959, cuando concretó la primera de sus 87 peleas como boxeador aficionado, con un récord de 73 triunfos, 6 empates y 8 derrotas.

Luego llegó la etapa más conocida: un total de 100 combates profesionales (15 de ellos mundialistas), con 87 victorias (59 nocauts), una sin decisión, 3 derrotas y 9 empates.

Monzón ganó el título argentino mediano el 3 de septiembre de 1966 cuando derrotó al “Gallego” Jorge Fernández, a quien también el 10 de junio de 1967 le arrebató la corona sudamericana.

Su estilo fue tema de controversia entre los especialistas, aunque todos coincidieron en su guapeza, contundencia y talento. La noche del 7 de noviembre de 1970, en el Palazzo dello Sport de Roma, vapuleó al entonces indiscutido campeón mundial, el italiano Nino Benvenuti y se ciñó el cinturón que no abandonaría hasta su retiro, a pesar de Emile Griffith, Jean Claude Bouttier, Bennie Briscoe, José “Mantequilla” Nápoles o Rodrigo Valdéz.

Más allá de sus 14 defensas mundiales, lo que agigantó su campaña fue la enorme calidad de sus rivales, componentes de una generación brillante que no volvió a repetirse en ninguna categoría.

Orgulloso, “peronista y de Colón”, Monzón en el presidio se apoyó en sus amigos “Chiquito” Uleriche, Brusa y Alain Delon, entre otros, y convertido a la religión evangelista, comenzaba a apreciar las mieles de la libertad cuando, paradójicamente, la muerte lo cruzó en una salida por buena conducta.