El más típico de los bandoneones porteños se fue con LEOPOLDO FEDERICO
El músico, quien integró las orquestas de tango de Astor Piazzolla, Horacio Salgán y Mariano Mores, entre otros, falleció este domingo a los 87 años, tras dejar una profunda huella en la música ciudadana.
El popular bandoneanista falleció a las 5.15 de esta madrugada en el Sanatorio de la Trinidad, del barrio de Palermo, y sus restos son velados en el Salón Juan Domingo Perón de la Legislatura porteña, informó la Asociación Argentina de Intérpretes, de la que era presidente.
El emblemático músico de tango, también compositor, había nacido en el barrio de Balvanera el 12 de enero de 1924 y realizado sus primeros estudios musicales con el profesor Nicolás Ingratta, tras lo cual fue discípulo de Paquito Requena y Félix Lipesker.
Debutó como profesional a principios de los 40 con la típica Di Adamo-Flores en el Tabarís y otros cabarets, en los que se lució en los conjuntos de Toto D’Amario y Juan Carlos Cobián (1942).
Músico de tendencia tradicional, integró orquestas junto a Astor Piazzolla -con quien tuvo profundos desencuentros-, Alfredo Gobbi, Osmar Maderna, Horacio Salgán, Carlos Di Sarli, Mariano Mores, Lucio Demare, Florindo Sassone y Alberto Marino.
Formó una orquesta junto a Atilio Stampone (1952), con la que actuó en el cabaret Tibidabo y en Radio Belgrano, y otra con Osvaldo Berlinghieri.
En los 50 integró brevemente el conjunto Pa’ que Bailen los Muchachos, en el que una de las guitarras era de Ubaldo De Lío, pero su auge se produjo al acompañar al cantor Julio Sosa (1959) hasta su trágica muerte en 1964.
Con el oriental grabó más de 60 títulos para el sello CBS Columbia, con éxitos masivos como “La cumparsita”, en la versión de Celedonio Esteban Flores”, “El firulete”, “Cambalache”, “Mano a mano, “En esta tarde gris” y “Qué me van a habar de amor”.
Allí lució un sonido tan diáfano como la voz del cantor, no sólo funcional como acompañante, sino que encontró un equilibrio entre el tango tradicional y ciertas formas de la vanguardia que no fue advertido en aquel tiempo sino muchos años después.
La muerte de Sosa fue un grave golpe para Federico y su gente, por lo que algunos años después formó el Cuarteto San Telmo, con Roberto Grela, Báez y Arias, que actuó en TV, en los locales Caño 14 y Sans Souci y en varias radios.
En 1970 fue solista de la suite “Siete variaciones para bandoneón y orquesta sinfónica”, de Juan José Ramos, pieza estrenada en el viejo Teatro Argentino de La Plata.
Con el pianista Osvaldo Berlinghieri y el contrabajista Fernando Cabarcos formó un trío (1972) que cambió cinco años después, cuando murió el último y fue reemplazado por Rafael Del Bagno.
Su Orquesta Típica -una de las sobrevivientes entre las grandes agrupaciones tangueras- era integrada, en 2007, por él mismo, Antonio Príncipe, Héctor Lettera y Horacio Romo (bandoneones), Damián Bolotin, Pablo Agri, Briguita Danko y Mauricio Svidovsky (violines), Diego Sánchez (violonchelo), Horacio Cabarcos (contrabajo), Nicolás Ledesma (piano) y Carlos Gari (voz).
Era presidente de la Asociación Argentina de Intérpretes y fue el primer tanguero en grabar un compact disc, en Japón, en 1987, además de haber sido solista en la presentación del “Oratorio Carlos Gardel” (1990) de Salgán-Ferrer.
Es autor de los tangos “Milonguero de hoy”, “Sentimental y canyengue”, “Cabulero”, “Tango al Cielo”, “Siempre Buenos Aires”, “Minguito Tinguitella”, “A Ernesto Sabato” y la milonga “Calentísima”, entre otros.
En el cine fue autor de la música de los filmes “Rosa de lejos” y “Buenos Aires tango” y apareció personalmente en los documentales “Por la vuelta” (2002), “Si sos brujo: una historia de tango” (2005), “Café de los Maestros” (2008), “Mercedes Sosa, cantora. Un viaje íntimo” (2009) y “Pichucho” (2014).
La vida privada de Federico no fue fácil: acompañado por su esposa de años Norma Filomeno debieron compartir el nacimiento de un primer bisnieto, en 2000, con la muerte de su hijo Osvaldo, en 2001, a raíz de un fallido trasplante de hígado.
El músico estaba en Japón en ese momento y el episodio derivó en enfermedad y un deterioro físico evidente, a partir del cual comenzó a usar bastón, pero no le quitó la bohonomía y el don de gentes que podían apreciar quienes lo visitaban en su despacho de la presidencia de la Asociación Argentina de Intérpretes. (Télam)