“Adriana Lecouvreur”, una grata noticia, abrió la temporada del Colón
El Teatro Colón, finalmente y luego de un accidentado preludio, levantó el telón de inicio de su temporada lírica para concretar el regreso de la ópera “Adriana Lecouvreur”, sin el fulgor de las figuras internacionales anunciadas (soprano y director musical extranjeros) pero con el oficio probado de sus reemplazantes, que acaso señalan un recorrido más sensato –en estrictos términos artísticos- para el propio coliseo.
Una y más veces en los últimos años el Colón recurrió a las resonancias publicitarias de títulos, artistas y propuestas que, más allá de ese relumbrón, no estaban a la altura de lo que se espera de un teatro de su magnitud e historia; es que si el Colón renuncia a determinadas forma de producir o de presentar óperas complejas en logística, presupuesto y exigencias artísticas, poco cabe esperar del resto de las salas del país.
El retorno de “Adriana Lecouvreur” al Colón resulta en sí una grata noticia. No formaba parte del programa lírico desde 1994 y sólo había tenido puestas en 1948, 1951 y 1987.
Ese desafío quedó en manos del regisseur Aníbal Lápiz, que presentó anoche por primera vez una producción en el coliseo porteño, y la soprano argentina Virginia Tola, que formaba parte del segundo elenco y finalmente se hizo cargo de las cuatro funciones del abono por la cancelación –con responsabilidades compartidas entre la soprano y el teatro- de la rumana Angela Gheorghiu, que era la figura promocional de esta apertura.
Tampoco fue de la partida el anunciado director italiano Francesco Ciampa y la dirección de la orquesta fue ocupada por Mario Perusso, que ya venía trabajando con la preparación de ese cuerpo. Todo, además, claro, del cambio de dirección artística por el alejamiento de Darío Lopérfido, responsable de la selección de la temporada que ahora despunta.
Más allá de las razones particulares, los cambios –anunciados a sólo seis días del estreno- desnudan la endeblez que atraviesa a la previsión de la temporada, que mereció fuertes cuestionamientos internos de los propios artistas formados en el Teatro.
Fuera de ese contexto, inescindible para cualquier abordaje de esta ópera, habrá que señalar que Tola asumió la complejidad de su rol, que la obliga a exigencias que, más allá del canto –terreno probado en su caso- incluyen un despliegue dramático mayor al usual en otros títulos. Pero sus antecedentes de rol en “Tosca” o “Andrea Chénier” perfilaron un camino.
Lápiz propuso este martes por la noche una ambientación barroca para una obra que presenta lazos con el verismo pero que a la vez se desprende de sus estereotipos más crudos. “No podía imaginar a Adriana fuera de la época de la comedia de intrigas y los venenos. Todo eso se presta para la utilización de un vestuario suntuoso”, justificó.
Por encima de esa línea, esto es, con notable primacía por sobre la representación, se halla –en esta ópera- la música. El relato en Adriana Locouvreur no es contingente, pero sí está subordinado a la estructura musical, ardua, más en relación con la orquesta que con los roles solistas.
En esa dimensión hubo performances parejas y destacadas, en especial Tola (Adriana), el tenor Leonardo Caimi (Maurizio) y Nadia Kresteva (Princesa de Bouillon).
La ópera, estructurada en cuatro actos, fue compuesta por Francisco Cillea sobre un libreto de Arturo Colautti y basado en el drama –homónimo- de Eugéne Scribe y Ernest Legouvé.
“Adriana Lecouvreur” tendrá nuevas funciones el sábado a las 20; el domingo a las 17; el martes 21 y sábado 25 a las 20; y el domingo a las 17. La soprano Sabrina Cirera realizará las funciones del domingo 19 y el sábado 25. MARIANO SUAREZ (telam)