Una creación periodística de Luis Pedro Toni

100.000 personas en la primera jornada del Lollapalooza 2017

Pasadas las 12 del mediodía, el Hipódromo de San Isidro empezó a llenarse de gente que se acercaba en grupos. Lollapalooza 2017 tenía planes para todos. Pasadas las 2 de la tarde, Palo Pandolfo, ex Los Visitantes, se apoderó del escenario alternativo. Una hora más tarde fue el turno de León Gieco, quien trajo su versión más rockera aunque no obvió sus reclamos en torno a los desaparecidos y al Ni una menos. A comparación de la edición del año pasado, el predio no estaba coronado por looks tan estridentes, sino que había gente vestida de negro. Rockeros con remeras de Metallica acompañados por sus hijos, también con el mismo atuendo, llamaban la atención cuando el sol todavía calentaba el pasto. Aunque algunas chicas con pelos de colores y algunos con gorras de animales se mezclaban con el estilo sobrio para darle un poco de color a la jornada.
 
Además de los cuatro escenarios distribuidos en un predio gigante (Main Stage 1, Main Stage 2, Alternativo, Perry’s y Kidzapalooza), había un espacio verde, bebederos con agua para todos (uno de los requisitos de la nueva ley que fue sancionada luego de la tragedia de la fiesta electrónica Time Warp), y el ya conocido polo gastronómico. Había dos alas distintas, en una había un menú repetido: eran puestos de hamburguesas, panchos y helados. Lo más económico y elegido por los jóvenes era el pancho ($ 80), venía hasta con guacamole. Las bebidas arrancaban en $ 65 y las hamburguesas desde $ 120. Al otro extremo las alternativas eran más variadas: desde comida árabe hasta china. El puesto de papas fritas tenía una fila interminable y también el de las conocidas guapaletas.
 
 
A medida que el sol bajaba y el calor empezaba a irse, la gente se fue relajando y tomando otros espacios: había bancos de colores distribuidos por todo el predio, lonas con almohadas gigantes y atracciones para los más chicos en el Kidzapalooza, donde podían pintar y hacer burbujas gigantes; también tocar la batería o simplemente pasar tiempo mirando el cielo desde una cómoda hamaca paraguaya. Ahí una gran banda metalera esperaba mientras en los escenarios paralelos pasaban las propuestas indies, como Cage The Elephant y The 1975. Afuera, el lugar seguía recibiendo visitantes, esos que llegaban justo para ver las bandas convocantes.
 
El espacio verde tenía además de stands para reciclar, puestos de la ONU, de Aministía y de la Facultad de Ciencias exactas, en todos había actividades recreativas para aprender. Dentro del Hipódromo, un camión de bomberos y puestos de policía custodiaban el lugar; también una sala de primeros auxilios y voluntarios que ayudaban a los que intentaban no perderse en la inmensidad del espacio. Después del recital de The Helmets (donde el hijo de Trujillo era el bajista y convocó a los fans), la gente se apresuró para no perderse lo que seguía: por un lado, Rancid, la leyenda punk que visitaba por primera vez a la Argentina y por otro, Tove Lo, un pop para disfrutar en familia.
 
La noche fue llegando y el Hipódromo se fue llenando -según los organizadores hubo 100 mil personas-. Los puestos de merchandising también estaban inundados de personas que se querían llevar un recuerdo. Había desde productos con la marca de Lollapalooza a remeras de todas las bandas del día. Mientras que las remeras y las gorras costaban $ 400, los buzos $ 800. Pasadas las 8, The xx apareció en el Main Stage 2 y muchos se acercaron a escucharlos, pero, claro, la mayoría se quedó esperando cerca del Main Stage 1 para tener su lugar en Metallica.