Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Edgardo Antoñana, ganador con su rostro de BUEN TIPO, ¡y lo fue!

Sin haberlo conocido personalmente, con solo mirarlo en pantalla, como dijo REPORTER DEL ESPECTACULO en su nota de despedida, su rostro lo decía todo, a favor y en contra de lo que estaba relatando, más allá de cualquier especulación periodística y/o empresaria, escapándose a veces su persona de no-periodista,la verdadera, y eso llega al público. Edgardo tuvo ese don, díficil que se dé en el medio de radio o en el escrito, aúnque hubo muy pocos que lo lograron en estos dos últimos también.En la pantalla de tv es casi díficil ficcionar al relatar y/o ofrecer y/o interpretar una noticia gestualmente con los rasgos del rostro… o con un elocuente silencio…Surge el auténtico entonces y es lo que llega al espectador.El colega de Edgardo en TN,Mario Markic,le dió la bienvenida en el nuevo viaje que emprendió.Tras contarle la tristeza que tiene por la mala noticia, le va escribiendo en la misiva sobre su vida:

“Allí en Cariló, con sus perros, frente al mar, imaginamos, el hombre serio, calentón, y cabrón que parecía, jugaba como un niño.

Una vez me dijo que sus perros presentían su llegada varios kilómetros antes de su llegada a su casa frente al mar.

Una vez me habló de la guerra, y otra de fútbol. Y de hombres y mujeres, y de sus incursiones en el mundo del espectáculo.

Sigue hablando el corazón, Antoñana. Cuenta de bohemia y de la cercanía de tus afectos personales en la última de tus vidas: esa vida que te impulsó a batallar de tanto en tanto contra el cigarrillo, la buena mesa, las noches largas, la amistad, y los conversaciones de filosofía y bueyes perdidos. Y la firme convicción de que este mundo tiene el eje un poco torcido y por eso la riqueza cae de un solo lado.
 
Pero Edgardo Antoñana, todos aquí sabemos que dejaste el alma por esto que amabas aunque a veces te salía el cabrón para disimularlo y finalmente la gente, por usar un lugar común que siempre significa mucha gente en televisión o lo que sea, empezó a seguirte y lograste lo más difícil: fidelizarla.

Con tus ocurrencias, con tus comentarios editoriales incómodos y certeros, con tus polémicas futbolísticas y, en general, de todos los deportes, donde solías utilizar la ironía y las sentencias del hombre del café como una provocación. Sin filtros.

Pero yo sé, como todos en esta familia que deberá acostumbrarte a no tenerte que es lo que había detrás del conductor que solía decir chistes sin reírse…
La cábala, el azar, los números lo acompañaron en este largo viaje por la vida, y supo tener complicidades entre su público. También fue un chico en eso también, en la victoria como en la derrota. Un apostador, de cuerpo entero.

Un profesional de la vieja guardia, ilustrado, que sabía de qué hablaba y con quién hablaba, el hombre que tenía el adjetivo correcto y el manejo de los tonos para hablar tanto con el humilde y su angustia como con el rico y su soberbia, sin que esta consideración fuera norma ni dogma para nuestro compañero.

El alma de Edgar, mi querido amigo hincha del rojo de las copas, del paladar negro, de Bochini, el alma de nuestro querido compañero vuela ya hacia territorios desconocidos.

Ojalá que dondequiera que esté, descanse en paz. Adiós al amigo, adiós al compañero que justo al final de su vida intensa, supo sacar la última magia de su galera de noble caballero para seducir a miles y miles de espectadores que ahora estarán tan entristecidos como nosotros.

Buen viaje Edgardo Antoñana…”