Pablo Razuk, un rosarino enamorado de Madrid
En su 5ª gira por España, Pablo Razuk ha estrenado “El camino de la Fuente, homenaje a Federico García Lorca”, en El Umbral de Primavera y El Teatro de la Escuela, cosechando estupendas críticas.
Este drama poético, escrito y dirigido por Sabino Palma, ofrece una excelente puesta, con un trabajo intenso e impecable de Pablo Razuk. En un registro completamente diferente a sus anteriores trabajos, este rosarino conjuga talento y entusiasmo para sorprendernos una vez más.
Y, ya abajo del escenario, en un paseo por el Madrid otoñal Pablo expone su alma con igual generosidad:
“No creo que las tormentas sean para siempre, no creo en gobiernos neoliberales, no creo en el Diablo…
No me fio de los medios de comunicación (cuando son de empresas poderosas). Me gustaría que un día publicaran que bajó la tasa de mortalidad infantil, que se eliminaron las armas de destrucción masiva o que se encontró la cura de todas las enfermedades físicas conocidas. Pocas veces miento: cuando se pone en riesgo la emocionalidad del otro, o cuando veo que el otro tiene malas intenciones conmigo. Entonces pienso: ¿ah, sí?, ¡yo también puedo hacerlo! ¡Soy actor!
Después de todos estos años como actor, director, maestro, me siento satisfecho de todos esos roles. Por momentos, me “agarra” una especie de enamoramiento de la actuación y se ponen a un lado el director y el docente. En otros, me apasiona la docencia y me olvido del actor…. una cosa cíclica donde uno va alimentando al otro.
Con las mismas herramientas en la mano lo que me hace decidir por un proyecto, es lo que me apasiona de entrada, cuando lo leo una vez y ya empiezo a percibir imágenes de la obra y digo: ¡esto es lo que quiero hacer!
El camino de la Fuente llega a mí por una casualidad pero es una causalidad, y hoy es un presente que tiene un deseo absoluto. ¡Ya estoy pensando en la función de mañana!… porque es una obra que me enamora.
Podría decir una mentira artística, pero voy a ser muy sincero. Iba a hacer una obra encantadora que se llama “La lengua en pedazos”, de Juan Mayorga. Había empezado a trabajar en ella pero surgieron problemas y ya tenía armado el viaje a España (“hay que estar atento a las señales y a los detalles…”, dice Lorca)
El mismo día que decido que no voy a poder estrenarla este año, me llama Sabatino “Cacho” Palma, y me ofrece El camino de la fuente. Le leí y dije: ¡no puede ser que me guste tanto!
Cacho me permitió adaptar la obra y empecé a transitar…el camino de la fuente. Me empecé a enamorar y La lengua en pedazos, sigue siendo un proyecto que tengo en el horizonte.
La dificultad de este protagonista es la que tiene cualquier actor, sobre todo cuando va a abordar un personaje tan importante como García Lorca, porque cuando uno lo hace desde el respeto, en algún lugar entre ambición y neurosis, quiere tener todo presente y tanta información termina teniendo gusto a nada. Empecé a pensar desde qué lugar un actor aborda un personaje siendo fiel a lo que esa figura le provoca emocionalmente. El protagonista está pensado desde su cimiento a partir de un actor que se conmociona y se emociona al abordar la obra de Lorca.
Y si pensamos que el disparador es una obra que no tuvo final (La comedia sin título) claramente hay muchos elementos de conflicto que hacen que mi personaje ande rebotando en diferentes estilos, distintos géneros, diversas obras de Lorca hasta encontrar una respuesta.
El camino… me ha aportado muchísimo. Yo vengo de hacer Padre Carlos, Severino, Bolívar, Edipo, todos personajes muy fuertes, de mucho “ataque”. Y El Camino…me reencuentra con la poesía, con cierta
sutileza y, aparte, me reencuentra con Lorca. Releer a Lorca con 50 años es completamente distinto.
No quiero complacer ni molestar al público. Me gusta la palabra interpelar, que es un término medio porque en definitiva el que responde es el espectador. Entonces ahí la complacencia es
responsabilidad del espectador. Y si se siente molesto, es por su ausencia de respuesta no por la pregunta.
A mi como espectador, me llevan al teatro los personajes históricos, saber que quien va a transitar el escenario es una persona comprometida con la actuación, y quizás con posiciones ideológicas,
humanistas, etc., y ciertas estéticas que se emparentan con el realismo y con el absurdo, más que con otros géneros.
Si pienso en un personaje que me gustaría ser… quisiera ser un tipo que tiene la posibilidad de descubrir algo y compartirlo…. algo que sea bisagra, socializa ese conocimiento y hace feliz a muchos, una especie de Carlos Mugica.
El trabajo del actor es interpretar la vida. Mi forma de trabajar es que Pablo le preste al personaje imágenes, emociones, vivencias, estados, entonces yo no dejo de vivir mi vida y de recuperar estímulos genuinos, de mi instrumento. Siempre quise ser actor. Un recuerdo de la infancia que siempre me viene a la cabeza es, cuando estando en la bañera llena de agua, jugaba con muñequitos, soldaditos; ahí empezaba a construir, en la intimidad del baño y el contacto con el agua, las primeras imágenes que hoy son lo que me nutren de emoción en el escenario.
Tengo muy presente gratos momentos que vuelvo a usar, recurrentemente en las obras. Tengo trabajados momentos no tan gratos que también vuelvo a utilizar. Muchas cosas que estaban enquistadas, que nos enferman la cabeza, el alma, el corazón, las tengo bastantes elaboradas, en el sentido psicológico y emocional, entonces las puedo usar. En eso, el teatro es sanador.
Para un actor no hay un espectáculo favorito. Ahora en mí, vibra El camino de la fuente, pero volvería a hacer Severino, y volvería a ser Abdala… hay cosas que son para siempre.
Tuve sala durante casi 20 años y, seguramente, el 2020 me va a encontrar abriendo una nueva. Ya di clases, hice cine, teatro, TV. Me gustaría formar parte de un equipo de gente que, desde lo artístico, promueve el encuentro.
Si bien me fue estupendo en cine (gané premios internacionales, etc.), me gustaría hacer algún par de protagónicos. Siento que estoy con la madurez justa para abordarlo en este momento.”
Desde Madrid, Marcela Silva Núñez