A 60 años de la generación del 60, sus mejores películas para ver en casa
POR CLAUDIO D. MINGHETTI
Hace 60 años un grupo de jóvenes cineastas, formados una década tan particular como la del 50, dieron nacimiento a una nueva forma de narrar historias, con el paisaje urbano también como protagonista.
Pasaron seis décadas del inicio -aproximado- del capítulo que se dio en llamar la Generación del 60, cuando un grupo de nuevos directores irrumpieron con una fuerza inusitada, rompiendo con lo que se venía haciendo tras el golpe militar de 1955, qué significó un congelamiento para la industria cinematográfica argentina.
Curiosamente en los últimos años el segundo gobierno peronista, el cine argentino volvía aparecer acorralado en las pantallas por el cine estadounidense, bloqueando la posibilidad de exhibición de un cine que que estaba intentando dar un volantazo al estilo industrial, en su intento de sobrevivir a la tempestad.
El gobierno de facto instalado después de 1955 tuvo, sin embargo, un acercamiento con el universo del cine, escuchando con atención los reclamos del sector frente a los cambios que se estaban produciendo en todo el mundo, con la mirada puesta en proyectos más independientes que hasta entonces, menos en estudios, más en la calle, y para eso se necesitaba el respaldo de un estado presente.
El impulso de esos jóvenes directores de entonces permitió no sólo el surgimiento de un nuevo cine sino también de la creación del Instituto Nacional de Cinematografía, tal como se lo nombró en un principio.
No es casual que esto ocurriese cuando al mismo tiempo en Francia se gestaba lo que se conoció como Nouvelle Vague (Nueva Ola), impulsada por muchos jóvenes antes críticos de la revista Cahiers du Cinema, o alumnos del Idhec, luego gestores de películas muy distintas entre sí pero todas dueñas de algo tan preciado como la vanguardia.
Mientras en Estados Unidos se forjaba el New American Cinema, impulsado por gente como Jonas y Adolfas Mecas y en Brasil ya asomaba el Cinema Novo, al mismo tiempo que se formaban las primeras generaciones de alumnos de la Escuela de Cine del Litoral y la Enerc, aquí surgió la Generación del 60.
Fueron una docena de cineastas qué proponían algo diferente a lo que venía ocurriendo en las tres décadas anteriores de cine sonoro, jóvenes formados en las salas de cine, en los cineclubes y en la literatura que por esos tiempos tenía nombres como los de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar. Simon Feldman, José Martínez Suárez, David José Kohon, Rodolfo Kuhn, Manuel Antin, Osías Wilensky y los últimos en entrar Leonardo Favio y Hugo Santiago, todos ocupan aquellos años qué ahora pueden revisarse sin excusas porque todas están en el aleph de YouTube.
1.”EL CRACK” (1960)
Sobornos, drogas, negocios oscuros, forman parte de de la compra y venta de jugadores en el universo de fútbol que a principios de la década del 60 comenzaba a pegar un giro vertiginoso entusiasmó al debutante José Martínez Suárez, hasta entonces asistente de numerosas producciones argentinas, según la novela de José A. Gerino, un universo que hasta ese momento no había sido abordado por el cine argentino. Jorge Salcedo, Aída Luz Marcos Zucker y Domingo Sapelli fueron las figuras principales de esta obra que sirvió de tarjeta de presentación al más tarde autor de Los chantas y Noches sin lunas ni soles (YouTube).
2. “LOS DE LA MESA 10” (1960)
Simón Feldman ya había filmado la comedia corrosiva “El negoción”, cuando encuadra, según la pieza teatral de Osvaldo Dragun, un amor imposible, el de un joven mecánico de procedencia obrera con una estudiante universitaria procedente de una acomodada familia de profesionales, interpretados por María Aurelia Bisutti y Emilio Alfaro, una línea argumental que una década más tarde retomaría, con variantes, David José Kohon en “Breve cielo”.
3. “TRES VECES ANA” (1961)
David José Kohon eligió para componer a las tres Ana de su película, cada una con su episodio, a la brillante María Vaner, el primero titulado La tierra, qué por primera vez aborda el tema del aborto en el cine argentino y muestra a un joven que apuesta podrá conquistar a una chica que con sus amigos siempre ven por la zona, y cuando lo logra una circunstancia los llevará a la ruptura. En el segundo, El aire, que transcurre en una playa, esta Ana más “moderna” conoce a dos jóvenes, un encuentro que propondrá equivocas y confusas situaciones entre ellos, audaces en el cine argentino de entonces, y finalmente el tercero, La nube, donde un dibujante de un diario al que todos conocen como un solitario empedernido, siempre ve por una ventana a una mujer con la que “se hace la película”, corporiza y bautiza Ana, hasta que descubre que en verdad no existe. Ellos son Luis Medina Castro, Alberto Argibay y Walter Vidarte, respectivamente (YouTube).
4. “DAR LA CARA”(1962)
José Martínez Suárez toma un relato de David Viñas que discurre en 1958, acerca de tres jóvenes que acaban de terminar el servicio militar, de distintos orígenes sociales -Leonardo Favio, Alberto Argibay y Luis Medina Castro-, que deben enfrentar aquella Argentina en transición, al filo de una nueva década (YouTube).
5. “LA CIFRA IMPAR” (1962)
Es un relato basado en “Cartas a mamá”, de Julio Cortázar quien a su vez colaboró por vía epistolar con el director Manuel Antin en el guión, la historia de un hombre que tras la muerte de su hermano huye a París con su esposa ex pareja del fallecido, cuando empieza a ser bombardeado por las cartas de su madre que no parece estar demasiado lúcida, papeles a cargo de Lautaro Murúa María Rosa Gallo Sergio Renán y Milagros de la Vega (YouTube)
6. “CIRCE” (1964)
Esta vez Manuel Antin aborda el cuento de Julio Cortázar con su colaboración y la del crítico de cine Héctor Grossi, la historia de Delia, una jovencita burguesa que vive con sus padres, tuvo dos novios que murieron y finalmente trata de destruir su frialdad, pero fracasa. El papel central fue interpretado por Graciela Borges, junto a Alberto Argibay, Sergio Renán y Raúl Aubel con una espectacular dirección de fotografía de Américo Hoss.
7. “PAJARITO GÓMEZ” (1965)
El guión del mismo cineasta, el escritor Paco Urondo y el humorista Carlos del Peral (con Landrú creador de la revista Tía Vicenta), se mete en el universo de un cantante pop de moda, del estilo de los surgidos del programa televisivo El Club del Clan, como creación de un sello discográfico, que alimenta el mito del muchacho provinciano y pobre, que se destaca por su simpleza, honestidad y talento, qué es recompensado con el éxito, más allá de su oscuridad y sufrimiento, perdido y finalmente alcohólico. La trama se mete en la mentiras construidas en un set televisivo, en cómo se crea una fantasía de medida para el espectador receptivo y lo hace con humor y unas gotas de drama, gracias a impecables trabajos de Héctor Pellegrini y María Cristina Laurenz (YouTube).
8. “EL PERSEGUIDOR” (1965)
Osias Wilensky, pianista y director surgido de la televisión, siguió los pasos de Manuel Antin para incursionar en la literatura de Julio Cortázar, adaptada por Ulises Petit de Murat, al abordar este relato inspirado en la vida de Charlie Parker, con eje en un saxofonista que persiguiendo la perfección termina destruyéndose. Para el papel central -Juan/Johnny- fue elegido Sergio Renán, acompañado por inda Ledesma y María Rosa Gallo, con música nada menos que Leandro “Gato” Barbieri (YouTube)
9. “CRÓNICA DE UN NIÑO SOLO”(1965)
Con esa película, dile que ayer se cumplieron 55 años de su estreno, nace Leonardo Favio y su historia apasionante tras una larga carrera como actor de cine, y en su trama compartida con su hermano Zuhair Jury, cuenta la historia de Polin, un niño muy pobre cuya vida transcurre entre los márgenes y el reformatorio, interpretado por Diego Puente.
Para muchos críticos, esta película que indudablemente tiene relación con el cine de Robert Bresson, y cuyo asistente de dirección fue Eliseo Subiela, es una de las mejores de la historia del cine argentino (YouTube)
10. “EL ROMANCE DEL ANICETO Y LA FRANCISCA” (1966)
A la primer obra maestra Leonardo Favio siguio con una segunda (y una tercera), en este caso la historia de un marginal que vive de explotar un gallo de riña, que traiciona a la mujer que quiere con otra de mal vivir en una noche de bailongo en un suburbio mendocino, y termina -delito de por medio- redimiendo se con su propia muerte. Los roles principales fueron para Federico Luppi, María Vaner y Elsa Daniel, con una banda de sonido que contrapone a Vivaldi con Los Wawancó (YouTube)
Los bonus
A esta lista de diez es imprescindible incluir los filmes que fueron prólogo y epílogo de esta etapa.
Poco antes de comenzar la década y recién llegado de estudiar cine en París, Simón Feldman irrumpió con “El negoción” (1958/9), que tuvo dos versiones una primera en 16 mm y otra inmediata en 35 mm., una mirada crítica y cáustica acerca de las contradicciones y la corrupción política en un pequeño pueblo, a partir de la comercialización del estiércol equino, que parece filmada ayer.
Como cierre de este gran episodio del cine nacional, ya en tiempos de dictadura militar sorprendió “Invasion” (1969), de Hugo Santiago, producida por Canal 13, según un guión compartido por el director con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, que aborda una historia muy relacionada con los históricos enfrentamientos argentinos que permite un análisis en distintas o y que, por su receta e ingredientes, sigue siendo uno de los mejores platos del cine argentino de todos los tiempos.
Y entre ambas películas, también dos de anticipación, la primera “Tute Cabrero”(1968), del debutante Juan José Jusid, que después de este excelente experimento de acuerdo a un guión original de Roberto “Tito” Cossa diseñado para televisión, tuvo una carrera muy diferente.
Es una historia que transcurre en una oficina -como “La tregua”, pero sin romance- y que como si se tratara de un reality show muestra la insolidaridad entre empleados tan típicamente porteños que compiten como en el juego del título, a tener la peor o mejor calificacióno para dejar en el medio al nominado a ser despedido, tal como decidió su jefe al darles a elegir, entre ellos, a quién le tocaba irse a su casa. La segunda es “Breve cielo” (1969), de David José Kohon.
Fue el primer paso para que cuatro años más tarde Sergio Renán dirigiera “La tregua”, la simple historia de un estudiante de clase media y una chica humilde con la que en pocas horas descubriran universos completamente diferentes y que, irremediablemente, no podrán alcanzar esa felicidad tan escurridiza como arena entre los dedos, según el guión que parece de medida para Alberto Fernández de Rosa y Ana María Picchio, en una Buenos Aires que ya no existe, con música de Astor Piazzola.
Ausente en la lista, pero presente con algunas de sus obras menos famosas, Leopoldo Torre Nilsson se mimetizo con aquellos directores más jóvenes, proponiendo al menos dos obras que tuvieron encuadres estilo Antonioni (“La aventura” y “El eclipse”), coescritas con Beatriz Guido, como “Piel de verano” (1961) y “La terraza” (1963), las dos con Graciela Borges. (Télam)