Una creación periodística de Luis Pedro Toni

Frida Kahlo copa el Malba

“Tercer ojo” podrá disfrutarse en el museo ubicado en el barrio
porteño de Palermo y reúne más de 240 obras icónicas del arte
latinoamericano, incluidas la pequeña pintura de Frida Kahlo, “Diego y
yo”, la más cara del arte de la región.

POR MERCEDES EZQUIAGA.-“Tercer ojo” se titula la nueva exposición del
Malba, que se inaugura este jueves a las 19 y que reúne más de 240
obras icónicas del arte latinoamericano, incluidas la pequeña pintura
de Frida Kahlo, “Diego y yo”, la más cara del arte de la región, junto
a nombres como Diego Rivera, Tarsila do Amaral, Xul Solar, Joaquín
Torres García, Emilio Pettoruti, Maria Martins, Remedios Varo, Antonio
Berni y Jorge de la Vega, entre otros.

Es una suerte de capilla, un espacio contemplativo y de reposo, con
luces bajas y con sus paredes -y piso- completamente pintadas de
negro, la que alberga a la flamante adquisición de Eduardo Costantini,
la pintura “Diego y yo”, puertas adentro del museo. A su lado, casi
del mismo tamaño, otra estrella de la colección, “Autorretrato con
chango y loro” completan el punto obligado de esta peregrinación
artística. Se incluye una gran fotografía de Frida en blanco y negro
justo antes de entrar al recinto, tan íntimo que cuenta con aforo
reducido, de no más de doce personas por vez para contemplarlas.

Hay en ese santuario fotografías personales de Frida, algunas que tomó
su padre de profesión fotógrafo, un pañuelo blanco, personal, donde la
artista escribió unas palabras y dejó la marca de sus labios con un
beso, otra imagen que la muestra en una de sus tantas internaciones
hospitalarias, una carta manuscrita firmada por la mexicana. “Cuate
querida”, le escribe Frida a su amiga Isabel Campos en otra de las
misivas enmarcadas detrás de un vidrio, cerca de dos camisas (blusas
tipo Huipil Juchiteco) que pertenecieron a ella y que se enmarcan en
su típico estilo latinoamericano. “Este conjunto acompañan ese sentido
de intimidad que quisimos dar a todo el conjunto en esta capilla”,
explica María Amalia García, curadora en jefe de Malba, durante la
recorrida para prensa.

Poco antes de que se pueda acceder a la sala, el fundador de Malba,
Eduardo Costantini, dio una conferencia en el Auditorio del museo,
donde repasó su historia como coleccionista que encuentra un punto
apoteósico con la adquisición de esta obra pintada en 1949, para su
acervo personal, que ahora exhibe y por la que pagó 34,9 millones de
dólares.

La muestra traza “un devenir de este acervo cultural. Los veinte años
antes de fundar el Malba y los 20 posteriores -que se celebraron en
2021- y es la primera vez que se presenta la colección Costantini en
diálogo con la del Malba”, contó el coleccionista y admitió: “He
comprado obras que en lo personal no me gustaban nada pero una de las
fortalezas de Malba es su identidad muy clara”.

Repasó además que son 40 las familias que contribuyen al “fuerte”
programa de adquisiciones del museo y que actualmente se han hecho
préstamos al SFMoMA (de San Francisco), a la Bienal de Venecia (con
dos obras de Remedios Varo) y han hecho lo propio con espacios como el
Whitney o el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otros.
“Siempre estamos abiertos a la difusión del arte latinoamericano”,
reforzó.

Justamente, es este diálogo que permite hoy ver en conjunto las dos
Fridas, como parte de su exposición permanente -que permanecerá un año
en exhibición- que el museo pone a dialogar, por primera vez, y que
propone un conjunto documental imperdible. Está allí, detrás de una
vitrina, la invitación a la última exposición de Frida antes de morir,
que tuvo lugar en la galería mexicana de Lola Álvarez Bravo, 1953.
Kahlo llegó a aquella exhibición, ya moribunda, recostada en una cama.
Y es esa intención de ir a su propia muestra, a como dé lugar, esa
pulsión vital, la que engloba todo el conjunto de “Tercer ojo”, o tal
como indica el texto de sala: “habitar y transformar”, son las dos
ideas centrales de todo el recorrido.

Y es también esa idea de intimidad, de espacio para detenerse y
contemplar, la que acompaña el resto de la exposición, como pequeñas
cajas -gracias a la panelería- que van formando reducidas salas
expositivas, y que dan la bienvenida con un clásico de la colección,
la escultura “Lo imposible” de María Martins, esa mole en yeso de dos
figuras tentaculares, en tensión y atracción a un mismo tiempo. Justo
detrás de ella se ubica el inmenso “Rompecabezas” de Jorge de la Vega,
basado en una idea de cuadros intercambiables.

“Me siento más que nunca brasileña. Yo quiero ser la pintora de mi
país”, decía Tarsila do Amaral en 1925, pocos años antes de pintar
“Abaporu” (que en tupi-guarani significa “hombre que come hombre”),
obra que se transformó en uno de los emblemas del movimiento
antropofágico, impulsado por Oswald de Andrade, su pareja, que
propugnaba una identidad brasileña. La pareja, en tanto dupla
creativa, fue apodada con el acople de sus nombres: “Tarsiwald”, se
lee en la sala.

Hay obras de artistas como Xul Solar, con referencias a las culturas
ancestrales -desde una perspectiva americanista- pero también está
allí la obra de Nicolás García Uriburu, un pionero en aludir a la
crisis ambiental con su preocupación por los ecosistemas. Con su serie
“Hidrocromía intercontinental”, ya desde 1968 Nicolás García Uriburu
mostraba esta inquietud explorando el vínculo entre la práctica
pictórica y las acciones basadas en la coloración del agua: en el
marco de su protesta por la contaminación hídrica, hizo intervenciones
en el canal de Venecia y en ríos, fuentes y puertos de todo el mundo.

“Estoy trabajando en un nuevo personaje femenino: Ramona Montiel. He
comprado un vestido con lentejuelas que uso para dar la atmósfera de
la vida de mi gran cocotte en su apoteosis”, describía Antonio Berni a
su nueva serie iniciada con “La gran tentación”, collage publicitario
combinado con el assemblage de restos industriales, como esplendores y
miserias de la sociedad de consumo.

Con eje en la idea de “Transformar lo social”, una de las salas del
recorrido alude a los años 60 como una década convulsa que determinó
transformaciones radicales en términos sociales, políticos y
culturales. El itinerario da cuenta de la transformación del mundo
como una demanda urgente asociada a la necesidad de resistir a los
sistemas de dominación: allí destaca el artista Cildo Meireles con el
proyecto “Inserções em circuitos ideologicos: Projeto Coca-Cola”, que
buscaba crear un sistema de circulación independiente de cualquier
tipo de control centralizado.

El surrealismo aparece representado también en otra sala, ya no solo
desde la óptica de artistas como Remedios Varo o Antonio Berni, sino
también desde la fotografía de Grete Stern y sus fotomontajes sobre
sueños para la revista Idilio.

Si se piensa en cómo “Transformar el cuerpo” es inevitable la
referencia a una gran obra de la historia reciente argentina, “Maresca
se entrega”, donde la artista Liliana Maresca posó desnuda con sus
obras en una serie de fotos que le tomó el artista Marcos López, junto
a su número telefónico real. El cartel como de publicidad se encuentra
apoyado en el piso de la sala

“Creo que el erotismo es la comunicación más primaria, y yo con mi
obra estoy hablando del amor, del encuentro, de la amistad con otro”,
decía Maresca tal como se lee casi en el final del recorrido del
primer piso del museo, donde -con un gran atino- la muestra cierra con
una alusión al deseo de ser otro. Allí se ve, casi en el final la obra
del dúo chileno Las Yeguas del Apocalipsis, una versión escenificada
de la famosa pintura “Las dos Fridas”, de Frida Kahlo.

Luego de bajar las escaleras mecánicas del museo, habrá que darse una
vuelta por la planta baja, donde se puede ver el verdadero final de la
exposición -que bien puede pensarse como una escena pos créditos si
esto fuera una película-: allí están obras recientes como las
“ventanas” de Mariela Scafati, “Switchboard” de Amalia Pica o
“Montañas” de Claudia Fontes, en referencia a cómo “Transformar la
palabra”. Ejemplos de cómo el arte visual contemporáneo incluyó la
palabra entre sus formas de expresión, entendiendo el lenguaje como un
sistema inestable y cambiante, en constante construcción, siempre
vivo.

La muestra “Tercer ojo” permanecerá durante un año en el museo de
Avenida Figueroa Alcorta 3415.foto telam