Camila Perisse, estrella de revista, terminó con años de duro sufrimiento…
La extinta edición local de la revista Playboy la tuvo como habitante de sus tapas y páginas interiores varias veces, a partir del famoso desnudo que protagonizó en La señorita de Tacna, una obra de Mario Vargas Llosa que dirigió Emilio Alfaro en el teatro Blanca Podestá, con Norma Aleandro al frente del elenco.
Corría 1981 y si bien la dictadura militar parecía haber superado su sanguinaria faena de 1976 a 1978, había que animarse a un desnudo total en épocas de censura impenetrable, por más que en el elenco figuraran nombres como los de Franklin Caicedo, Adriana Aizemberg, Leal Rey, Rubén Stella, Camila Perissé y Patricio Contreras.
A partir de entonces el nombre de Camila Perissé convocaba el morbo y la actriz era perseguida sin tregua por el periodismo farandulero, tanto en Buenos Aires como en Mar del Plata, donde la obra se montó durante la temporada veraniega.
Mar del Plata era la ciudad de nacimiento de Camila, quien a los seis años se trasladó a Buenos Aires junto a su familia -su madre, Ana Nieves, fue actriz secundaria en películas de Libertad Lamarque y Hugo del Carril-, y desde la adolescencia encontró en la gran ciudad un foco de cultura que la fascinó.
Cursó parte de su secundaria en el Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández, estudió inglés en la Cultural Inglesa, además de guitarra y danzas nativas y cofundó con varios de sus compañeros del Instituto Vocacional de Arte Labardén el grupo teatral independiente Taller de Expresión Popular.
Admirada por su innegable atractivo físico y por la firme voluntad de incursionar en las artes, integró por un tiempo el Ballet Estable de Joaquín Pérez Fernández -un bailarín español que hizo escuela y falleció en Buenos Aires en 1989-, hasta que decidió que lo suyo era el teatro.
Estudió con el joven y ascendente Julio Ordano, con Carlos Gandolfo y con la maestra vienesa Hedy Crilla, quien antes de refugiarse del nazismo en la Argentina se había codeado en Europa con figuras como Bertolt Brecht, el director y coreógrafo Max Reinhardt y el dramaturgo y guionista Carl Zuckmayer.
Crilla y su discípulo Agustín Alezzo la dirigieron en su debut con Despertar de primavera (1977), de Frank Wedekind, junto a un elenco de principiantes que luego lograron fama y un buen pasar gracias a la televisión, entre ellos Luisa Kuliok, protagonista de un comentado topless a bordo de una canoa.
La extinta edición local de la revista Playboy la tuvo como habitante de sus tapas y páginas interiores varias veces, a partir del famoso desnudo que protagonizó en La señorita de Tacna, una obra de Mario Vargas Llosa que dirigió Emilio Alfaro en el teatro Blanca Podestá, con Norma Aleandro al frente del elenco.
Corría 1981 y si bien la dictadura militar parecía haber superado su sanguinaria faena de 1976 a 1978, había que animarse a un desnudo total en épocas de censura impenetrable, por más que en el elenco figuraran nombres como los de Franklin Caicedo, Adriana Aizemberg, Leal Rey, Rubén Stella, Camila Perissé y Patricio Contreras.
A partir de entonces el nombre de Camila Perissé convocaba el morbo y la actriz era perseguida sin tregua por el periodismo farandulero, tanto en Buenos Aires como en Mar del Plata, donde la obra se montó durante la temporada veraniega.
Mar del Plata era la ciudad de nacimiento de Camila, quien a los seis años se trasladó a Buenos Aires junto a su familia -su madre, Ana Nieves, fue actriz secundaria en películas de Libertad Lamarque y Hugo del Carril-, y desde la adolescencia encontró en la gran ciudad un foco de cultura que la fascinó.
Cursó parte de su secundaria en el Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández, estudió inglés en la Cultural Inglesa, además de guitarra y danzas nativas y cofundó con varios de sus compañeros del Instituto Vocacional de Arte Labardén el grupo teatral independiente Taller de Expresión Popular.
Admirada por su innegable atractivo físico y por la firme voluntad de incursionar en las artes, integró por un tiempo el Ballet Estable de Joaquín Pérez Fernández -un bailarín español que hizo escuela y falleció en Buenos Aires en 1989-, hasta que decidió que lo suyo era el teatro.
Estudió con el joven y ascendente Julio Ordano, con Carlos Gandolfo y con la maestra vienesa Hedy Crilla, quien antes de refugiarse del nazismo en la Argentina se había codeado en Europa con figuras como Bertolt Brecht, el director y coreógrafo Max Reinhardt y el dramaturgo y guionista Carl Zuckmayer.
Crilla y su discípulo Agustín Alezzo la dirigieron en su debut con Despertar de primavera (1977), de Frank Wedekind, junto a un elenco de principiantes que luego lograron fama y un buen pasar gracias a la televisión, entre ellos Luisa Kuliok, protagonista de un comentado topless a bordo de una canoa.
En teatro se animó a todo: desde secundar a Rudy Chernicoff en Yo, argentino, participar como vedette o media vedette en las revistas Zulma en el Tabarís, con Zulma Faiad; La revista del Mundial, con Joe Rígoli; El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, con Antonio Gasalla, Enrique Pinti y Claudia Lapacó; o hacer comedia en Amores míos, con Thelma Biral, Raúl Aubel y Víctor Hugo Vieyra.
Foto: Tapa revista Playboy (captura de pantalla)